
Semblanza del P. Jaume Anglès Besa
Nuestro hermano Jaume nos ha dejado sin hacer ruido, discretamente, como lo hizo toda su vida. Una larga vida de total fidelidad a su vocación de compañero de Jesús y de entrega a los demás, como amigo, como pastor y poniendo su saber profesional al servicio de las personas que encontró en su camino. Una vida, la suya, marcada por una profunda herida en su niñez. Así lo reflejaba en un artículo en el diario ARA el periodista Antoni Bassas, sobrino suyo, titulado El niño vestido de luto, que transcribimos.
“Ayer enterramos a nuestro tío de 95 años y el repaso de las primeras líneas de su biografía es un recordatorio estremecedor de lo cruel que llegó a ser la vida de los niños y jóvenes nacidos hace algo menos de un siglo. Su madre y dos hermanas murieron de enfermedades que hoy se curarían fácilmente, por lo que Jaume creció sin madre y fue esa criatura que aparecen en las escasas fotos de la época, vestido de luto, como era costumbre. No había salido de ese drama familiar que estalló la Guerra Civil, cuando él tenía siete años. Tuvo que andar a escondidas toda la noche y atravesar la frontera de Andorra para escapar de las amenazas de muerte que pesaban sobre la familia, y ya nunca volvió a vivir en la casa donde nació. A él y a todos aquellos niños y niñas les tocó vivir los peores años de la historia contemporánea del país, y se hicieron adultos antes de tiempo a base de odio, violencia y privaciones afectivas y materiales, como las que hoy vemos en Gaza o en Ucrania; y de todo tipo de limitaciones y prohibiciones que continuaron durante todos los años de racionamientos y fusilamientos durante su juventud.
Con los años contaban todos estos desastres con naturalidad, como quien explica una peripecia continuamente accidentada, pero desde la tranquilidad, cuando el peligro ya ha pasado, con un pie en la clara conciencia del valor de la vida y de las ganas de pasar página, de entender el mundo y las generaciones que suben y tratando de no quedar atrapados en resentimientos amargados. Son actitudes que merecen un reconocimiento por su nobleza y un agradecimiento admirado.”
Durante los ocho años que residió en Girona, pudo acompañar en el discernimiento a muchas personas. Hermano discreto y sencillo, quizás a alguien le podía parecer faltado de energía; pero a la hora de entregarse a quien acompañaba, se la transmitía toda. Cuando hablamos de Jaume, de su sencillez y discreción, también hay que añadir su ternura, porque cuando alguien se le confiaba, le quería mucho. Jaume no era un predicador de masas, era un hombre de pequeños grupos y los cuidaba como si todos fueran hijos suyos. En la distancia corta y en la intimidad, era un buen consejero y un compañero extraordinario para ir guiando en el camino que lleva a Jesús. Tarea a la que se dedicaba plenamente, desde su discreción, pero con una fe incuestionable, que tan bien sabía transmitir.
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