
Semblanza del P. Félix Rodríguez Herreras
El día 10 de marzo el P. Félix, como solía hacer cada domingo, rezó laudes en la capilla, pasó por el comedor a desayunar y, cuando volvía a su cuarto, entró en la sala de comunidad para, de pie, ojear los titulares de la prensa dominical. Con el breviario debajo
del brazo y el diario en la mano, repentinamente se sintió mal, se le cayeron el periódico y el libro de horas y a duras penas pudo dejarse desplomar sobre el sofá. Solo acertaba a decir, ¿qué me pasa, qué me pasa?
Afortunadamente había otros compañeros en la sala, enseguida le sentamos en una silla de ruedas y sin demora lo plantamos en las urgencias del hospital cercano a nuestra comunidad. Inmediatamente activaron el protocolo para estos casos y en ambulancia fue llevado al hospital clínico. Allí trataron de revertir la situación y reparar los daños. Había sufrido un ictus cerebral. Aunque había sido asistido con rapidez persistieron las dificultades en el flujo sanguíneo, lo que le generaba desorientación, dificultades para
comer, problemas de coordinación y estabilidad…
Después de unas semanas en el clínico, los médicos previeron una convalecencia larga y lenta, en el mejor de los casos, y lo derivaron al hospital Benito Menni de la ciudad. Allí tuvo una evolución que, en algunos momentos nos hacía concebir alguna esperanza, pero lo cierto es que su estado de salud se deterioró progresivamente, a medida que se iban añadiendo complicaciones diversas: insuficiencia renal, infecciones, inconsciencia y descontrol, dolores inespecíficos, debilidad… Se le pasó a cuidados paliativos. Fueron casi tres meses. Aunque era previsible, sin que pensáramos que el desenlace estaba tan próximo, en la noche del 1 al 2 de junio, domingo también, falleció.
Han sido días muy duros para él. Durante todo este tiempo ha sido acompañado por miembros de la comunidad, por personal contratado y a destacar la fidelidad de su hermana Ester que, a pesar de su edad y sus obligaciones familiares, cada tarde, con enorme cariño, pasaba por el hospital a cuidar un rato largo de él.
Se le veló en Villagarcía, casa con la que nuestro compañero había tenido larga relación, y allí se tuvo el funeral, acompañado por sus familiares, por una representación de los feligreses de las parroquias cercanas a las que sirvió, por un número significativo
de sacerdotes de la zona con los que él colaboró y, por supuesto, por los jesuitas de las comunidades de Valladolid y de la misma casa
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