Semblanza del P. Juan Luis Marteles López

Debemos reconocer que Luis Marteles fue siempre un gran narrador, tanto de palabra como por escrito. Lo hemos vivido en las conversaciones cotidianas, incluso en su estancia última en el hospital. Ha conservado decenas de cuadernos con su diario y sus notas personales de diversas épocas. Él mismo se ha preocupado de sintetizar sus recuerdos y sus apuntes en la serie publicada hacia 2005 en el boletín de los Antiguos Alumnos del Colegio de Orihuela, así como en cartas circulares a sus amigos. Utilizaremos aquí esos relatos, pero es un poco vergonzoso reducir a dos o tres páginas un itinerario vital con tantas vibraciones.

Luis Marteles nació el 5 de marzo de 1943, un tanto coyunturalmente, en Calanda (Teruel), donde su padre estaba destinado en el Cuartel de la Guardia Civil. Pero él siempre se sintió vinculado a las tierras alicantinas, donde se desarrolló primero su infancia y adolescencia y luego nuevamente su actividad apostólica al volver de África. Desde el ingreso en el bachillerato fue alumno de los jesuitas en el Colegio de Santo Domingo, en Orihuela, y juntamente con él se trasladó en octubre de 1956 al flamante Colegio Inmaculada de Alicante como becado. Sus recuerdos de compañeros y profesores de ambos Colegios están llenos de cariño.

En 1960 ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Raymat. A los dos años pasó al monasterio de Veruela (Zaragoza) para hacer un curso de juniorado, completado luego con otro curso de Humanidades en Salamanca. Los tres años de filosofía los hizo en San Cugat del Vallés (Barcelona), donde a la formación intelectual se unió la eclosión de los cambios intensos tras el Concilio Vaticano II, con nuevos aires y demandas de renovación intraeclesial. Luis reconoce que se salvó de las crisis colectivas de los jóvenes religiosos de su generación gracias a su estancia como “maestrillo” en Bousso (Chad). Su destino al Chad respondía a la orden del Padre General Pedro Arrupe a todos los Provinciales de España, de que cada uno destinara dos Jesuitas de su Provincia a las dos diócesis regidas por la Compañía de Jesús en Chad, necesitadas de misioneros. “Esos dos años fueron muy fecundos por las múltiples y nuevas experiencias que pude realizar, pero sobre todo por las conclusiones que pude sacar y que tanto me iban a ayudar en mi futuro trabajo”.

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