
Semblanza del H. Julián Fernández Bravo
Tenía 100 años y 83 de Compañía. Falleció 19 de enero en el Hospital Universitario de Salamanca. En una gaveta de su mesa, el P. Superior, José Ramón Busto Saiz encontró un cuaderno titulado: DE MI VIDA. Son 15 folios de letra apretada. El H. Bravo se demora en contar las trayectorias de sus compañeros y superiores. Para lo que cuenta de sí mismo copiaré sus palabras.
“Dios me concedió la gracia de nacer en un pueblo católico y en una familia muy cristiana. Mi pueblo es Payo de Ojeda, situado en el norte de Palencia, partido judicial de Cervera de Pisuerga, entre Herrera y Cervera. El comercio se hacía con Herrera y con Alar del Rey, por ser más fáciles los caminos. Poyo era y es un pueblo agrícola, con mucho terreno labrado y bastante monte donde abundaba la caza. Había mucha ganadería dedicada a las labores del campo y mucho ganado lanar. Entre 1938 y 1950 los habitantes eran 700; en 1994 no llegarían a 100.
Mis padres: D. Feliciano Fernández Suances, de Payo de Ojeda, y mi madre, Dña. Timotea Bravo Valbuena, de Báscones de Ojeda. Mi padre fue siempre pastor, cuidaba el ganado de cuatro o cinco vecinos; nosotros teníamos 12 ovejas. El salario de mi padre eran 12 cargas de trigo al año. Mi padre hizo siempre de sacristán, pues le gustaba asistir a los cultos religiosos; hacíamos las formas en casa. No recuerdo que le pagaran por ser sacristán. Cuando entraba con el ganado hacía de barbero y peluquero, pues tenía muchas bocas que alimentar; fuimos 12 hermanos. Cuando escribo esto, día 25 de octubre de 2007, vivimos cinco.
El Párroco, D. Pedro Herrero, tenía muy buena relación con los jesuitas y a mí y a otro del pueblo nos preparó para ir a Carrión de los Condes. Allí ingresé el 1 de octubre de 1938, como estudiante. En febrero de 1939 pasé de apostólico a aspirante para Hermano Coadjutor, grado en el que he sido muy feliz toda mi vida. El 14 de abril de 1941 marché a Salamanca para hacer el postulantado y el noviciado. Era maestro de novicios el P. David Noguera. Durante el noviciado, mi dedicación fue principalmente la formación espiritual, como es normal; el trabajo material, barrer los grandes tránsitos y galerías que tiene la casa de Salamanca, y aprender a coser en la sastrería. En este tiempo, el P. José María Patac (que era Tercerón) nos dio un cursillo de electricidad práctica, que más adelante me serviría mucho para mi trabajo de mantenimiento en todas las casas en las que viví.
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