
Semblanza del P. José Ignacio González Faus
José Ignacio nació en Valencia en una familia, según sus palabras, de “clase media baja y de derecha alta”. Su infancia y su adolescencia discurrieron en el colegio de los jesuitas de San José de Valencia. De allí, una vez concluidos con brillantez el bachillerato y el examen de Estado, entró en la Compañía de Jesús en el Noviciado de Veruela el 6 de octubre de 1950. Con él entraron otros tres compañeros procedentes del mismo colegio.
Terminado el Noviciado y hechos los votos del bienio, hizo tres años de Juniorado, primero en Veruela y a partir de noviembre de 1953 en la nueva casa, a medio construir, de Raimat. En esta etapa pudo desarrollar y manifestar sus notables dotes literarias que tanto le servirían en sus años de madurez como teólogo. Su imaginación brillante y su facilidad para la escritura le hacían objeto de la cariñosa ironía: “eres de pluma fácil”. El resto de la formación fue la clásica de jesuita: tres años de Filosofía en Sant Cugat, magisterio en el Juniorado de Raimat y la convalidación de la licencia de Filosofía eclesiástica por la civil, en la Universidad de Barcelona, Teología también en Sant Cugat, aunque el cuarto año lo cursa en Innsbruck, y Tercera probación en Gandía.
Algo tímido, y a veces distante, pero muy buen compañero. Gracias a la imaginación y humor de un junior, se ganó el nombre de Chalo, una compresión de su primer apellido, que le ha acompañado hasta la muerte. A pesar de su talento muy notable, no llamaba la atención en medio de los demás. Nunca tuvo ninguno de los distintos cargos que se suelen distribuir entre los que están en formación y que de algún modo destacan entre los demás. Era una persona de gran discreción y modestia.
Aunque su vida fue de una gran normalidad, no estuvo privada de la experiencia lacerante del dolor. La muerte de su madre, durante su Noviciado, en 1951 y la de su hermana, muchos años más tarde, las dos de un cáncer con dolores terribles, le afectaron muchísimo, pero, según confesión del mismo Chalo, le dejaron “un halo ulterior de paz y de serenidad”. Experiencia de dolor y de dolor compartido que, sin duda, estaría latente en su sensibilidad de teólogo. Porque, José Ignacio Gonzalez Faus ha sido un auténtico teólogo de cuerpo entero. Esta podemos decir que ha sido su más definida identidad y su extraordinario legado, que debemos acoger con inmensa gratitud.
En 1960, José Ignacio empezaba la teología en Sant Cugat. Entre los estudiantes estaba en ebullición la inquietud por lo que llamábamos una “teología viva”, que sustituyese la teología esclerotizada de los
manuales al uso y de buena parte de los profesores. El alma de este grupo era González Faus. Al poco tiempo se concretaba en parte esta inquietud en la creación de la revista “Selecciones de Teología”, que pretendía acercar a un público general la teología renovadora del momento. El primer número de la revista aparece en febrero de 1962, antes del comienzo del Vaticano II y, aunque Chalo no había sido el promotor de la revista, en seguida fue la persona más implicada y el responsable de la edición.
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