Semblanza del H. Antonio Pérez Costas

“…PERO COMO HERMANO” Procedía de una familia en la que la práctica de la fe era un ingrediente que conformaba sus vidas, de manera que a Antonio, “Tucho” para la familia, muy pronto se enroló en el corazón de su parroquia, primero como receptor de los sacramentos de iniciación y después, ya joven, siendo catequista de los que se preparaban para la primera comunión, y en otras actividades  parroquiales, al mismo tiempo que buscó y se preparó en el oficio de carpintero, una capacitación con la que comenzó su etapa laboral, pero el deseo de entregar su vida a Dios de otra manera le llevó a preguntarse si no sería la vida religiosa, pese a que su párroco le animaba que, aunque ya tenía 20 años, podía comenzar la carrera de sacerdote como vocación tardía, pero él lo tenía muy claro: VIDA RELIGIOSA Y COMO HERMANO trabajando en los “servicios baxos y humildes”, y con esta disposición y deseos llamaba a las puertas de la Compañía entrando en ella el 1938 a los 21 años en el noviciado de Salamanca, que sería su casa por 60 años, como carpintero.

Más tarde cuando ya dentro de la Compañía le dieran a leer y meditar lo que San Ignacio pide a los que se reciben por coadjutores en cosas temporales o exteriores, es decir, en su caso carpintero, sentiría plena confirmación a la decisión tomada, dice San Ignacio: “…Deberán en cuanto al anima, de buena conciencia, quietos, tratables, amadores de la virtud y perfección, inclinados a la devoción, edificativos con los de casa y fuera de ella, contentos de la suerte de Marta en la compañía, aficionados al Instituto de ella y deseosos de ayudarla a gloria de Dios nuestro Señor” (Constituciones n. 148). Los que hemos  tenido la suerte de convivir con él muchos años podemos dar testimonio de, en efecto, su vocación de HERMANO y la entrega y felicidad con que la vivió y edificó a los de casa y fuera de ella.

Seguir leyendo: Necrológica H. Antonio Pérez Costas