Semblanza del P. Sebastián Elvira Ovejero

La Misa de funeral que tuvimos el jueves 3 de julio en la capilla de las vidrieras de Salamanca fue una densa manifestación de cariño. Allí estaban muchas personas de la Parroquia del Milagro que habían sido catequistas con él a su llegada de Honduras, jesuitas llegados de aquí y allá, cada uno ligado a su manera con Sebas, voluntarios de la Asociación de Esclerosis Múltiple, viejos amigos y compañeros de Burgos, su numerosa, indisolublemente unida familia. Los cantos sonaron con una  voz extrañamente unánime. Una Misa con algo de excepcional, que hablaba de Sebas mejor que ninguna semblanza escrita. Hacía exactamente una semana del día, memorable para Sebas, en que un buen grupo de sus muchos hermanos y sobrinos habían venido a visitarle. ¿Cómo te fue ayer jueves?, le preguntamos al día siguiente con una cerveza en la mano, “una borrachera de afecto” nos contestó. Aquella visita había dado ocasión, sin saberlo, a una última y gozosa despedida. El sábado dejó de hablar. Bebía agua, le habían aplicado oxígeno y se dejaba manejar por otros. El luchador daba por concluida su batalla: moriría en tres días. 

Yo sólo he conocido a Sebas en silla de ruedas: “esta enfermedad te acorrala”, me explicaba su situación. Era un hombre en tensión entre dos actitudes: “la Asociación nos ha enseñado a vivir con resiliencia, pero mi hermana Conchita no deja de  decirme que me deje cuidar”. Sebas debía compaginar la dureza del resistente con una fragilidad cada vez más evidente.

Su historia parece la forja de un llanero solitario. Su numerosa familia ve morir al padre demasiado pronto y Sebas está en un internado ya a los 11 años. El ambiente era estupendo, pero “era muy lejos y yo estaba muy solo” recordaba. Era el entrenamiento para sus años en la Universidad Laboral de Córdoba, que le preparó para entrar muy pronto en el mundo del trabajo. Porque trabajaba ya cuando conoció el Hogar de Santa María de Burgos, y con él la espiritualidad ignaciana. Joven  militante cristiano, hace ya el mes de ejercicios antes de marchar al noviciado: “Sí, comentaba, nos lanzábamos a por lo más serio, aunque el sentido común aconsejara quizá otra cosa. ¡Mi primer sueldo se empleó en pagar la colección completa de la revista Manresa para el Hogar!”. Tras este prólogo la entrada en la Compañía llegó como algo natural.

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