
Semblanza del P. Josep María Agustí Segarra
Hay un fragmento de la Pasión según San Mateo de Bach que Josep Maria Agustí llevaba en el corazón pocos meses antes de llegar a la enfermería de Sant Cugat. Es cuando el coro canta al cuerpo de Cristo ya descendido de la cruz: Descansa, mi Jesús, descansa.
Nos lo compartía en comunidad y acogíamos la verdad de lo que nos estaba diciendo: su estrecha vinculación con quien moría en la cruz después de que su amor por nosotros hubiera llegado hasta el extremo. Descansa, mi Jesús, descansa. Y a fe que este último año en la enfermería, Josep Maria se ha dejado cuidar hasta el último día, hasta descansar en Dios.
Es como si el coloquio de Primera semana de los Ejercicios de San Ignacio, cuando el ejercitante es invitado a preguntarse: ¿qué debo hacer por Cristo?, él lo hubiera ido transformando por otra: ¿Qué debo dejarme hacer por Cristo? Ahora, por fin, Josep Maria Agustí descansa como el Señor, el amado, descendido de la cruz. Como un niño recién amamantado en los brazos de su madre, diría el salmo, mientras hace suyas también las últimas palabras de Jesús: en tus manos encomiendo mi espíritu.
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