Semblanza del P. Luis María Tejerina de Ceballos
En los últimos años sentíamos al P. Luis Tejerina como formando parte entrañable de nuestra comunidad. Su alzheimer que había ido avanzando, nos acercaba a la debilidad y fragilidad humana, que tanto nos transforma en la vida.
Podemos dedicar a Luis Tejerina las palabras que nuestro querido Miguel Ángel Tocino (recientemente fallecido en Alcalá), dedicó en noviembre de 2019 a Santiago Nájera, cuando éste había perdido muchas de sus facultades mentales: “Con él hemos
aprendido a “ser niño”, inocente, bienaventurado del evangelio… a esperar, a confiar en las manos de Dios, en su voluntad; en las manos de otro, de los demás…” Y como indicaba, referido a Santi (y podemos decir lo mismo de Luis), es necesario muchas veces “agarrarle de la mano y decirle que esa mano es suya, que tiene dos manos, que existen los colores, que los árboles son verdes y los días de la semana son lunes, martes, miércoles… etc”.
El libro del Eclesiástico (44,1) nos hace el elogio de los hombres de bien. Como el P. Luis Tejerina, jesuita cabal, de una pieza. Su bondad y alegría natural nos llegaban muy a fondo.
Nació en Arenas de Iguña (Cantabria) el 2 de febrero del 1929. De sus 96 años de vida, 78 años fueron en la Compañía de Jesús, en la que entró a los 17 años haciendo su noviciado en Aranjuez. Su padre, D. Teodosio Tejerina hizo constar en un documento firmado por él en Sevilla a 22 de agosto de 1946: “que con la mayor satisfacción y complacencia autorizo plenamente a mi hijo Luis María para que pueda ingresar como novicio en la Compañía de Jesús, rogando a Dios le preste la necesaria perseverancia para que pueda permanecer en ella hasta su muerte”.
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