
Semblanza del P. Carlos López de la Rica
“Misterioso y silencioso / iba una y otra vez/…Cuando hablaba tenía un dejo / de timidez y de altivez.” - ¿Tanto? Más aún, porque, además, había otro P. Carlos distinto, con una sonrisa feliz, y acogedora. Las reseñas de los periódicos asturianos del día de su fallecimiento destacan esto, su capacidad de hacerse cercano como maestro y como persona, aunque manteniendo siempre su figura de amable distinción. Yo encontré a Carlos antes de verlo - sé que esto es un oxímoron, pero ocurrió así. En una breve visita a nuestro colegio de Oviedo, lo primero fue sorprenderme del orden y silencio con que avanzaba una fila de alumnos, de dos en fondo, por un pasillo del colegio de Oviedo. Bajando la voz le pregunté a uno de qué curso eran, Me contestó tapándose la boca con la mano:
- De COU.
Luego apareció él, andando muy erguido, con aire seguro y tranquilo de militar. Era su carácter. Todavía, en sus últimos años, era su voz la que se oía en la capilla y en el comedor:
-Hace calor; abran las ventanas. Hay corriente, ciérrenlas. Esta sopa está fría. Caliéntenla.
He coincidido con él tres años (2013-2016) en el colegio de la Inmaculada de Gijón, donde él hacía de bibliotecario y colaboraba en la parroquia. Nunca habló de sí mismo; pero daba la impresión de que su salud no era buena. Hacía una vida silenciosa. Luego, entre los años 2022-2025 en Salamanca. Llegó muy enfermo, extrañamente delgado y se confinó en su habitación de la enfermería. A poco de llegar tuvo una caída al suelo que le afectó al brazo derecho y a la clavícula; durante varios meses se movió en silla de ruedas, pero se movía poco. Pasaba el día en su cuarto de cara al ordenador. Me decía unos de los auxiliares de la enfermería con el que hablaba mucho, que el P. Carlos era quien estaba mejor informado de lo que pasaba en el mundo.
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