Publicado: Sábado, 20 Abril 2019

La sabiduría de los pueblos

Cuando acababa la teología, le pedí a mi Provincial y ahora amigo, Melecio Agúndez, un destino al mundo rural pues sentía una llamada a trabajar en la religiosidad popular. La respuesta fue enviarme a estudiar ingeniería. Melecio, un hombre sabio, un acierto.

Sentía una cierta vocación hacia el mundo de los pueblos de Castilla; teníamos compañeros en La Cabrera, en la zona de Sahagún (Combarros, Pini, Tocino…) y me sentía con un cierto encaje en ese trabajo pastoral.

Ha cambiado mi visión poética del mundo rural y sobre todo de lo que entonces entendía y hoy entiendo por religiosidad popular, en estos treinta años de sacerdocio y de vida en el entorno rural en el que desarrollo mi trabajo.

Después de estudiar ingeniería me ligué al mundo rural a través de la agricultura, la vida universitaria de ingeniería agrícola, los trabajos sobre desarrollo rural, en contacto con mucha gente joven y profesional de los pueblos de Castilla. Y ahí sigo. Y siempre estuve implicado en el servicio ministerial en los pueblos: Sierra de Gata, Las Hurdes, La Seca, Villalar de los Comuneros, Pedrosa del Rey, Marzales, Gallegos de Hornija, Santiago del Arroyo, son nombres de pueblos en los que he compartido y comparto con la gente las celebraciones y la fe a lo largo de todos estos años.

La mayor parte de los pueblos de Castilla están en cuidados paliativos, aunque en realidad con pocos cuidados. Una muerte anunciada desde hace mucho, provocada por diversas circunstancias que hacen de ello un proceso complejo, en que por cierto las decisiones políticas no son las menos culpables (ahora que estamos en campaña y se habla de los pueblos vaciados). El modelo rural está inmerso en un cambio profundo, como nunca lo ha tenido. Queda muy poca gente en muchos pueblos y en su mayor parte van a desaparecer de forma casi inmediata; ya no creo que tenga mucho sentido hablar con grandes conceptos como religiosidad popular aplicado al mundo rural, pues “no hay sujeto”. Sigue viva la fe de la gente sencilla, fe en Dios, en la vida, que permanece con fuerza en el interior de las personas a pesar de la dura colonización a la contra de su visión del mundo que hace la TV.

Pero en nuestra gente de los pueblos anidan tesoros incalculables que conviene respirar antes de que definitivamente se vayan y se los lleven con ellos: una cultura rural, un conocimiento de la vida, la Naturaleza y las personas, un modo de entender las relaciones humanas, una comprensión del evangelio que parece escrito para ellos (en realidad fue escrito en ese contexto rural, agrícola, mediterráneo…).

Muchos de nosotros, hoy urbanitas irredentos, hemos mamado ahí y mucho de lo que somos lo debemos a esta fuente inagotable de sabiduría, que es la fe del pueblo que está en los pueblos.

Felices Pascuas de Resurrección.

Félix Revilla SJ

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