
50 años de jesuita de José Luis Pinilla
El pasado sábado, cinco de octubre, celebró en su comunidad, Residencia San Pedro Fabro de Madrid, el Padre José Luis Pinilla Martín sus cincuenta años de jesuita. La celebración de tan significativa fecha revestía circunstancias especiales. Pinilla, como todos sabéis, estuvo prácticamente enfermo durante todo el curso 2017-2018. Vivió momentos muy difíciles, pasó por circunstancias extremas y fue duramente probado. Superada su enfermedad, volvió en cuanto pudo a sus actividades ordinarias. La vuelta a la vida y al servicio pastoral hecho entrega diaria y entusiasta en el nombre de Cristo fue lo que en buena parte celebramos el pasado sábado.
No estuvo solo. Le acompañó un nutrido grupo de personas, conformado por casi todos los miembros de su comunidad, por sus hermanos, sobrinos, primos y sobrinos nietos, más unos cuantos amigos apostólicos, provenientes de las comunidades CVX que él ayuda y por algunos miembros y amigos del sector de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, que con entusiasmo y método dirige desde hace unos años.
El momento culminante, como no podía ser menos y como pedía la ocasión, fue la celebración de la Eucaristía. Una Eucaristía en la que como comunidad orante dimos gracias a Dios por su vocación, por su vida, por su testimonio cristiano y por sus deseos de seguir de cerca a Cristo en el servicio a los pobres y a los emigrantes. Al final de la misa, en el momento de la acción de gracias, sus sobrinos nietos leyeron, por cierto muy bien pese a su corta edad, un texto redactado por una de sus mayores en el que se repasaba desde fuera, muy admirativamente, la persona, la historia y la generosidad de nuestro querido Pinilla. Al final de la lectura del texto, le regalaron un precioso cáliz y algunos otros detallitos en los que se manifestaba el cariño de grandes y pequeños.
Terminada la Eucaristía, la mayoría de los asistentes a la misa comimos en nuestro pequeño comedor de comunidad. La habilidad estratégica de nuestro ministro, el Hermano Manuel Atochero, y el buen hacer de nuestros empleados, hicieron posible que en un espacio estrecho cupiésemos sin estorbarnos cerca de cuarenta comensales.
Cerraron la fiesta pequeños parlamentos. Todos ellos muy sentidos y encomiables, especialmente los pronunciados por el Padre Germán Arana y por Anabel y Jesús, hermanos de José Luis.
El homenajeado acabó contento, su familia se marchó agradecida y su comunidad experimentó una vez más la gracia de la vocación compartida y vivida hasta la extenuación