Publicado: Viernes, 31 Enero 2020

«Recibo algo que no es para mí»

Antonio F. Bohórquez SJ nació en Sevilla el 29 de octubre de 1987 y entró en la Compañía, en San Sebastián, en 2007. Antes de ello hizo estudios de Derecho en Sevilla que, posteriormente, siendo ya jesuita, concluiría en la Universidad Pontificia Comillas – ICADE. Los estudios de filosofía los hizo en la Universidad Pontificia de Salamanca. Sus destinos hasta el momento han sido: San Sebastián, Noviciado (2007-2009); Salamanca, Juniorado - Filosofía (2009-2011); Madrid, Derecho - El Pozo de Tío Raimundo (2012-2014); Madrid, Derecho – Piquer (2012-2014); Bruselas, Magisterio JRS Europa (2014-2015); Villafranca de los Barros (Badajoz), Magisterio Colegio San José (2015-2017). 

Antonio F. Bohórquez SJ forma parte del grupo de 8 jesuitas que recibirán la ordenación diaconal el próximo 8 de febrero. 

¿Cómo descubriste tu vocación jesuita?

Siendo adolescente, mi hermana Pilar me propuso participar en una convivencia en Javier de la Pastoral Juvenil de la entonces Provincia Bética. Mi familia es tradicionalmente católica, tenía un tío franciscano, y este momento en Javier respondía a un momento de búsqueda personal. Descubrí al Cristo de la Sonrisa y la vida de San Francisco Javier. Compartir la fe, que descubría ahora de una manera más personal, y ver el ejemplo de un grupo de jesuitas jóvenes que trabajaban juntos, hizo que las preguntas inconexas fueran tomando un sentido que me cuestionaba desde dentro ¿qué hacer con mi vida? ¿Y si te fías y te entregas por entero al Señor? Finalmente, la pregunta ¿Por qué no? Me hizo caer en la cuenta de que lo que tenía delante era una propuesta de felicidad radical. Varios jesuitas han sido referentes en este camino antes de entrar al noviciado: Antonio Alcalá, Sergio García y Jose Antonio Rincón.

¿Qué significa para ti la ordenación diaconal?

La ordenación diaconal supone un paso más en mi consagración. Aunque la entrega ya la hice con la profesión de los votos, recibir el ministerio ordenado, ahora como diácono y luego como sacerdote, me sitúa desde una perspectiva eclesial de servicio y disponibilidad para la comunidad. Recibo algo que no es para mí – y eso requiere una responsabilidad mayor. Uno se convierte en cauce por lo que es importante un mayor cuidado a la hora de hablar y actuar – siempre siendo consciente de que soy yo el que recibe la ordenación, con mis limitaciones e incapacidades.  

 

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