Publicado: Martes, 31 Marzo 2020

Desde Roma, también confinados

El pasado miércoles 4 de marzo fue hasta poco después de comer un día perfectamente normal. Durante el desayuno nada parecía presagiar que sería nuestro último día de universidad en un largo tiempo. Las conversaciones en casa habían empezado a ser monotemáticas y el coronavirus parecía acercarse a diario, pero no imaginábamos medidas tan drásticas. Sin embargo, poco después de comer empezaron los rumores: “dicen que cierran las universidades”. Y en pocas horas llegó la confirmación oficial. Empezó entonces casi una semana extraña en que cada día sentíamos que nos quitaban algo: primero las clases, luego los museos y espectáculos públicos, los restaurantes y bares, y finalmente las Misas. Al lunes siguiente (9 de marzo) se decretó el confinamiento que ha ido siendo, en los sucesivos decretos, más restrictivo cada vez.

Desde mi perspectiva, hemos vivido ya tres momentos muy distintos. El primero, atravesado de bastante angustia y de la incertidumbre que deriva de los mensajes contradictorios. Porque, por un lado, a pesar de la experiencia china, se hablaba de poco más de una gripe y se pedía calma. Pero por otro, las medidas eran muy severas. Estoy convencido de que la realidad de lo que estamos viviendo depende en parte de nuestra forma de contárnoslo, y sin duda, el exceso de información no ha ayudado.

El segundo momento llegó con el frenazo brusco de todo. ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo nos organizamos como comunidad? ¿Cómo seguimos adelante con el estudio? ¿Y con los apostolados? Para mí, la clave de ese momento fue la gestión del tiempo. Algo del modo de proceder del noviciado que volvió con mucho sentido. Hacerse un horario para procurar llevar adelante la misión con la mayor normalidad posible. Agradecer y aprovechar el tiempo recibido para rezar, leer, hacer deporte, poder comer y cenar más en casa… Creerme más que “solo Dios basta”.

Y ahora, desde hace una semana, hemos vuelto a una vida doméstica pero muy parecida a la anterior. Todas las clases online, todos los grupos online, ¡hasta la familia pide rezar juntos online de vez en cuando! Me siento a gusto con la vida comunitaria sana que vivimos y privilegiado por los espacios que tenemos en casa. Rezo y procuro hacerme presente en las vidas de las familias con las que tengo relación pues creo que sufren más la estrechez del confinamiento. Veremos qué nos deparan las próximas semanas…

Álex Escoda SJ

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