Publicado: Martes, 19 Mayo 2020

Pascua en Nador

El sacrificio tenaz y discreto de un equipo que sobrelleva el confinamiento ofreciendo rigor y demasiadas horas de trabajo al servicio del bien común.

El agradecimiento, con el estómago vacío, de las comunidades del bosque después de un intento fallido más por acercarles unos víveres.

El destello de complicidad en el rostro del comisario que nos ha arrestado.

Volver a recordar el “Try again. Fail again. Fail better” de Samuel Beckett.

Una persona acogida, enferma y ofuscada, intimida a los demás cuchillo en mano -y tampoco eso sirve de excusa para dejar fuera a nadie.

Perder al familiar cercano y recibir un consuelo no evidente al tratar de sostener su ausencia.

El ofrecimiento de descanso y repatriación, escuchado, agradecido y declinado con una respuesta de sentido que muestra con sencillez la realidad a la que la persona escoge darse.

Verse cada día expuesta a la constante petición de ayuda del otro, a su desesperación y sufrimiento, y decidir no desconectar el teléfono.

La contemporánea Pietà de nuestra psicóloga abrazando a una joven madre, su bebé en un sudario, rostros con mascarilla unidos y lágrimas suaves.

Sonreír, porque sí.

La eucaristía doméstica al atardecer, con los cantos de los muecines emergiendo y envolviéndolo todo, precursores del día en el que toda persona podrá celebrar el fin de su ayuno.

El brillo de la libertad en los ojos del tunecino que, junto a otros 7 compañeros, se ha cosido los labios para denunciar la expulsión de 600 compatriotas.

Oír a Casaldáliga decir: “Serás un parto de utopías ciertas y el canto de tus bocas hermanadas enseñará la dignidad al Mundo.”

Àlvar Sánchez SJ

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