Publicado: Martes, 09 Junio 2020

«El deseo de abrazar algo más que parciales dosis de sentido»

Àlvar Sánchez SJ nació en Lleida en 1974. Tiene estudios de educación infantil, psicopedagogía y Teología. Entró en la Compañía, en la antigua provinciaTarraconensis, en 1997. En su trayectoria destaca su presencia en diferentes países africanos: República Democrática del Congo (2009-2010); Rwanda (2010-2011); Sudán del Sur (2014-2017), y Marruecos (a partir de julio de 2018), donde trabaja en la Delegación Diocesana de Migraciones de Nador.

Recientemente hemos conocido que realizará sus últimos votos en la Compañía de Jesús, aunque la celebración no tiene aún fecha. Aprovechamos este importante hito en su vida para hacerle algunas preguntas.

¿Cómo llegaste a ser jesuita?

Mis padres escogieron para mi hermana y para mí uno de esos regalos que jamás alcanza uno a agradecer: practicar juntos la fe y educarnos en ella. Ellos nos enseñaron a rezar y a dirigirnos a Dios con naturalidad y confianza. Ver rezar a mis abuelas me puso ante algo que no es posible obviar.

El testimonio discreto de los jesuitas del colegio de Raïmat (Ribalta, Gibert, Bertrán…) nos alcanzó a muchos, como también lo hizo una educación que nos ponía frente a las víctimas de la injusticia animándonos a utilizar nuestros talentos para transformar su sufrimiento y sus causas. Recuerdo el momento en que nos informaron del martirio de la comunidad de la UCA. También de la despedida del P. Sivatte, destinado a tomar el relevo de sus compañeros asesinados en El Salvador. Y de la emoción del P. Mur al hablar del P. Arrupe.

Ya en la universidad, el deseo de abrazar algo más que parciales dosis de sentido me aventuró a pedir la entrada en el noviciado. Allí, durante el mes de EE, apareció Jesús como siempre, y como nunca.

Has estado en varios países de África. ¿Destacarías algún destino en particular? ¿Algún aprendizaje?

Varias generaciones fuimos sacudidas por las imágenes de la hambruna que azotó Etiopía a principios de los 80. Hay algo de este continente que se quedó en la sensibilidad de ese niño de 10 años y que sigue ahí, llamando. Los destinos que nos permiten responder a ese tipo de llamadas nos llenan de sufrimiento, sentido y vida. Esto no oculta una verdad mayor: que los destinos son circunstanciales; y que son las personas quienes los determinan y los convierten en especiales, fijándolos en la propia biografía.

La Fórmula del Instituto que redactó Ignacio y los primeros compañeros, reza: “Y procure tener ante los ojos mientras viva, primero a Dios, y luego el modo de ser de su Instituto, que es camino hacia Él.”

Ese es nuestro destino fundamental, de cuya huella somos indignos portadores.

¿Qué significa para ti el paso que te dispones a dar?

El evangelio de hoy [6 de junio] es el de la viuda pobre que sencilla y serenamente comete la locura de desprenderse de todo cuanto disponía para vivir. Eso es confiar sin detenerse en la propia supervivencia. Eso es afirmar que mi vida la sostienen otras manos… Y mañana, solemnidad de la Santísima Trinidad, proclamaremos las palabras de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único”. Otra locura de amor. El gesto de esa bendita mujer y el de la Trinidad nos abraza a todos. A menudo la liturgia se alía con nuestra historia y con quien amorosamente la acompaña e impulsa. Algunos actos de libertad sólo podemos acogerlos y ofrecerlos de rodillas, pues no nos pertenecen enteramente.

Llega la noticia de la concesión de los últimos votos en medio de la crisis sanitaria, ¿te sugiere algo esta coincidencia?

Una civilización que protege a sus epulones a costa del sufrimiento de millones de lázaros, que se inhibe ante la depredación de los recursos del planeta, que desgasta y somete las democracias y reinventa alienaciones para distraernos de tan inevitable escrúpulo es una civilización enferma.

Lo sabemos de sobra: el covid-19 no es sino la manifestación, el síntoma, del verdadero virus.

La pandemia nos ha asomado a la profundidad de la herida que la civilización del capital ha infligido a la familia humana, al reino animal y al planeta Tierra. Esta herida se está pronunciando con elocuente claridad.

En la convulsión de estos días recordamos de manera especial una frase de Angela Davis: "En una sociedad racista no basta con no ser racista. Hay que ser antirracista". Así es: no basta con protegerse de la enfermedad de esta civilización. Debemos curarla reconociendo la autoridad de quien más la ha sufrido. También hoy, extra pauperes nulla salus.

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