Publicado: Lunes, 22 Junio 2020

Festividad del Sagrado Corazón en Alcalá

Después de muchos meses, nos hemos podido reunir toda la comunidad para celebrar juntos la fiesta del Sagrado Corazón.

Han sido meses duros y difíciles de una comunidad dispersa: hospitales, aislamiento en la casa de oración, confinamiento en los cuartos. Y, por fin, podíamos estar todos, los de la enfermería también, y acompañados por nueve escolares, de los que tanto nos han ayudado en estos meses. Solo faltaba Emilio Blas, que le darán el alta el martes día 23.

A las 12,15 celebramos la Eucaristía en la capilla grande, para que pudiéramos estar juntos, pero separados. Alberto Cano tocaba el órgano y podíamos cantar todos. Eucaristía del Sagrado Corazón y también de acción de gracias. Presidió el P. Superior, Rafael Mateos, y ofició de diácono Antonio Bohórquez. Se puso un altar en el plano y una imagen del Sagrado Corazón en el presbiterio.

En la introducción, el P. Superior recordaba emocionado las palabras de Jesús al comienzo de la Última Cena, según nos lo relata San Lucas: “Ardientemente he deseado cenar esta pascua con vosotros”. Él también ha deseado ardientemente poder tener esta celebración con toda la comunidad junta, menos Emilio Blas, que le tuvimos muy presente, y volverá muy pronto.

En la homilía se refirió a dos vertientes de esta fiesta y una consecuencia. La primera es la manifestación del amor de Jesús, representada en su corazón, o el amor del Padre manifestado en Cristo Jesús, en su corazón. “Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el final”. O con San Pablo: “Me amó y se entregó a la muerte por mí”. Algo que tenemos que personalizar: “Me has amado y te has entregado a la muerte por mí”. Ese “por mí” tiene que resonar hoy entre nosotros”.

La segunda vertiente es la reparación. Recordó una homilía del P. Kolvenbach en la fiesta del Sagrado Corazón de 1992: “No debemos jamás olvidar que no trata solamente de recordar el amor de Cristo hacia nosotros, sino que se trata, según la revelación hecha a Santa Margarita María, a la que tanto ayudo en su discernimiento San Claudio de la Colombière, de un amor herido, despreciado, rechazado. He aquí el Corazón que tanto ha amado al mundo y que en correspondencia tropieza con tanta indiferencia y tanto rechazo”. Y terminaba el P. Kolvenbach: “Que esta Eucaristía, que esta comunión con el Cuerpo y Sangre del Señor confirme nuestra vocación de ser para el mundo una respuesta amorosa a Aquél que fue traspasado por el mundo, y obtenga que cada uno, personalmente, se dedique a esa misión con todo el corazón”.

Y la consecuencia: “Aprended de mí, que soy manso y humilde corazón”. Aprender de su Corazón, manso y humilde, para que nosotros también podamos amarle a Él como Él nos ama, y amar a los demás, también como Él los ama.

Al finalizar la celebración, después de cantar la Salve, se leyó la Consagración de la Compañía al Corazón de Jesús, que hizo el P. Arrupe en 1972, como consagración también de nuestra comunidad.

La comida ha sido también especial, de “primerísima”, como decíamos antiguamente, y la tuvimos en el antiguo comedor del filosofado, hoy comedor de alumnos. Al final, a los cocineros y demás personal se les ha dado un fuerte aplauso de agradecimiento.

El café lo tuvimos en la sala y pudimos volver a agradecer a los escolares que nos han acompañado hoy, y en los meses anteriores, por todo lo que han hecho por nosotros. Ha sido un día bonito, emocionante en algunos momentos, y de vida de Compañía.

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