A Francis Gouin, jesuita exquisito y realmente disponible. En su partida de Nador
Publicamos a continuación la carta que Esteban Velázquez SJ dedica al jesuita francés Francis Gouin con motivo de la marcha de Nador de este último. Gouin vuelve a Francia por motivos de salud y residirá en Toulouse en una comunidad de inserción. Velazquez estuvo destinado a Nador entre 2012 y 2016, y reside actualmente en la comunidad de Granada, desde donde impulsa la Fundación Centro Persona y Justicia.
Fuiste el primer jesuita que me acompañó establemente en la misión de Nador. Contigo empezaba a ser realidad, a finales de 2014, mi sueño de que una misión personal de la Compañía comenzara a ser una misión comunitaria, también de la Compañía, en Nador…o en Nador y Oujda, como los dos hubiéramos preferido aunque no fue posible por razones ajenas a nosotros y a la Compañía.
A tus 78 años, con una salud frágil, en el norte de Marruecos, en el que nunca habías vivido…aunque naciste en Marruecos y mucho habías vivido en el espacio de la otra diócesis, la de Rabat. Pero no en la archidiócesis de Tánger, desconocida para ti como lugar de trabajo estable. Entre comunidades religiosas de españoles y españolas también por primera vez. Para dos posibles trabajos en los que nunca habías trabajado (migraciones y una escuela de formación profesional). Y con un jesuita, como yo, con no poca fama de conflictivo (en lo eclesial y en lo social) al que no conocías sino de unas reuniones puntuales en Argelia de los jesuitas con trabajo en el Magreb.
Y con todo este contexto, levantaste la mano cuando el provincial del Próximo Oriente y Magreb pidió, entre los jesuitas de Argelia, algún voluntario para ir a vivir a Nador. ¡Cómo te lo agradecí y agradezco! A partir de entonces, Nador empezaba a dejar de ser “la misión de Esteban” para ser la misión de una comunidad de Jesuitas.
Desde el primer día hasta el último hubo feeling entre nosotros. Desde el mismo aeropuerto en tu llegada. ¿Cómo olvidar aquella mirada mutua, en el coche, desde el aeropuerto a Nador, con amplia risa compartida y diciéndonos: ¡a ver en que queda de esta aventura!?
Y quedó y queda mucho, Francis. Hoy, esa misión de frontera (en muchos sentidos) con tres jesuitas, es una realidad preciosa y muy atrayente para no pocos jesuitas que pasan o no pasan por allí. Y ellos han mejorado muchísimo lo que nosotros empezamos.
¿Cómo no recordar, también, ente otros muchos momentos juntos, aquella primera eucaristía de los dos solos en nuestra casa, con algunos objetos que guardabas de la comunidad de los Jesuitas de Tamara? Los dos veíamos y sentíamos nuestra presencia en Nador como la vuelta de los jesuitas a Marruecos desde que se fue de Midelt nuestro queridísimo Antonio Pascual y, después, el famoso y admirado Padre Coutourier, el último de aquella preciosa misión que tuvo la Provincia de Francia en Marruecos, en y desde Tamara, desde los años 50 del pasado siglo después de un largo periodo de ausencia jesuítica en Marruecos. Desde el mismo tiempo de San Ignacio que envió algunos jesuitas a Tetuán para la atención y el rescate de cautivos (entre otros al que después fue Patriarca de Etiopía, Juan Núñez) y hasta esa misión en Tamara, solo existió la presencia de capellanes militares y operarios apostólicos jesuitas portugueses en el puerto de Mazagan. Eso sí, durante 100 años.
No quiero alargarme, pero al menos quiero agradecerte no solo tu disponibilidad para la misión sino también tus múltiples muestras de exquisitez en el trato y en el trabajo. Muchas. Desde tu rapidez en hacer magníficas comidas aprovechando cualquier materia prima, hasta tu delicadeza con todo el que nos visitaba, pasando por tu acompañamiento a nuestras visitas dominicales al monte para orar con musulmanes y cristianos por los compañeros muertos en el mar o en la tierra, …y por su propia resistencia. Exquisitez también para dar clases de árabe o francés a cualquiera que lo pidiera, sobre todo a los mismos emigrantes de nuestra casa de acogida para enfermos más graves y mujeres que recién habían dado a luz. La lista de delicadezas tuyas, sería larga. Quizás un símbolo muy expresivo de tu exquisitez en todo, puede ser tu música dominical acompañando con tu flauta la eucaristía. Eso es, Francis: tu supiste poner música, poesía, altura intelectual y calidad humana y espiritual a la presencia jesuítica en Nador. Gracias hermano. Siempre estarás en mi corazón y nuestros corazones. Y esa realidad jesuítica y eclesial de Nador te estará eternamente agradecido.
Esteban Velázquez Guerra SJ