Publicado: Lunes, 25 Octubre 2021

Últimos votos de Javier Montes Maury, SJ  

 

El pasado sábado 23 de octubre, a las 6 de la tarde, tuvo lugar la celebración de la profesión de los últimos votos de Javi Montes sj en la Iglesia del Sagrado Corazón de Bilbao, en pleno centro de la ciudad. Asistieron más de una treintena de jesuitas, la familia de Javi y un nutrido grupo de personas especialmente del entorno de la Plataforma Apostólica de Loiola. Fue el variado y numeroso Pueblo de Dios, que reflejaba su trayectoria como jesuita a lo largo de veinte años desde que entrara en la Compañía de Jesús. Se trataba de unos últimos votos, pero es cierto que se trató también de una fiesta común de cuanto es el carisma ignaciano.

Escuchamos directamente de Javi la fórmula de la profesión antes de la comunión. Igualmente, poco después de finalizar la Eucaristía, pronunció los cinco votos simples. Mientras sonaban sus palabras, todos volvimos a dejarnos sorprender por la hondura que san Ignacio quiso dar al momento de incorporación definitiva a la Compañía de Jesús. La pobreza, la castidad y la obediencia debían estar abrazadas fuertemente a la Iglesia universal por medio de una “especial obediencia al Sumo Pontífice para cualquier misión”. Del estilo de vida apostólica del nuevo profeso no tenía que desaparecer “la instrucción de los niños”, que san Ignacio introdujo por ser un servicio que “tiene más peligro de ser puesto en olvido y dejado de usar que otros más aparentes” (Co 528). La pobreza podrá sólo reformularse en caso de que fuera necesario “restringirla más”. Las dinámicas de búsqueda del poder dentro y fuera de la orden quedan rechazadas, delatándolas si es preciso. Finalmente, ante la posibilidad de la consagración episcopal, el P. General ha de ser oído antes de aceptarla…

Por esa puerta entraba Javi… Era la puerta a una comunidad espiritual, marcada por el Cristo que vivió san Ignacio desde su conversión: pobre, casto, obediente, en una itinerancia continua de servicio, humilde y humillado, en comunidad con sus discípulos, configurado a partir de una sucesión ininterrumpida de vida, muerte y resurrección.

Mientras iba transcurriendo la celebración, era fácil comprobar que cuanto Javi estaba prometiendo en su profesión se hallaba simbólicamente representado en la eucaristía. Un joven marroquí musulmán compartió una oración cantada con toda la asamblea. Las dos pequeñas sobrinas de Javi fueron las que se acercaron en el ofertorio a darle un cáliz y una patena de madera. Bastantes protagonistas diarios de las Fundaciones Alboan-Entreculturas y Ellacuría, del voluntariado del templo y de otras realidades del Centro Arrupe Etxea se sumaron a la celebración y compusieron juntos el rostro colectivo que hoy tiene la misión compartida de la Compañía de Jesús en Bilbao. Por último, la mayoría de las comunidades jesuitas de la Plataforma Apostólica arroparon el momento. 

Veinte años de itinerario previo para una profesión religiosa pueden resultar muchos. Javi así lo reconocía en sus palabras de agradecimiento. Sin embargo, no le parecía que ninguno de esos años le hubiera sobrado. Dios tiene su propio ritmo para hacer crecer en nosotros nuestra pertenencia fundamental. En el caso de Javi, eso supuso habitar espacios tan lejanos entre sí como, por ejemplo, Marruecos y Estados Unidos, Las Palmas y El Puerto de Santa María. La universalidad del amor de Dios requiere tiempo para que la encarnemos y se nos convierta en misión. Por tal motivo, le damos gracias por haber dejarnos presenciar el término de ese camino y comprobar cómo ha transformado a Javi en compañero de Jesús.

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