Publicado: Viernes, 29 Octubre 2021

“No consideramos la intervención de los afectos”

 

En una afamada serie española de la que los tercerones hemos visto algunos capítulos, cuyo nombre no mencionaremos para no hacer spoiler, uno de los protagonistas afirmaba que dentro de su plan perfecto no consideraron algo tan humano como la intervención de los afectos. Ciertamente, en medio de las tensiones y avatares de la serie iban brotando gestos de cercanía y cuidado entre unos y otros que provocaban que el plan se tambaleara.

Hace un poco más de un mes que iniciamos la Tercera Probación en Salamanca, pero nosotros sí intuíamos la intervención de los afectos. Durante este tiempo nos hemos dejado afectar por las realidades provinciales y nacionales cuando cada uno presentó su país de origen y su provincia. Posteriormente, nos fuimos adentrando en los movimientos interiores y el peregrinar de Ignacio a través del estudio personal y sosegado de la Autobiografía, la cual nos iluminó para hacer el recorrido por nuestras propias vidas. El compartir de las historias familiares y vocacionales de cada cual nos condujo por las alegrías y preocupaciones, dudas y confirmaciones de los compañeros, abriendo paso a la transparencia, la empatía y la confianza.

Por otra parte, se va experimentando el consuelo de tener este tiempo privilegiado para la cercanía a las fuentes ignacianas. Los compañeros Javier Melloni SJ y José García de Castro SJ nos han ayudado a acercarnos al Diario Espiritual, la Espiritualidad Ignaciana y a Los Primeros Compañeros desde una perspectiva histórica y espiritual. Tampoco han faltado caminatas por Salamanca, peregrinaciones a Ávila, ratos gratuitos en la sala de estar, chistes, eucaristías, conversaciones y encuentros con los compañeros de la comunidad que han ido construyendo discretamente un trato cercano, alegre y fraterno.

A las puertas del mes de Ejercicios, mientras sentimos el aliento de muchos con su ánimo y oración, nos vamos haciendo conscientes de aquello de que la Tercera Probación es la escuela del afecto. «Ojalá —como escribía Pedro Fabro— todo nuestro interior, particularmente el corazón, de tal manera cediese al entrar Cristo en él que se abriese dejándole un lugar en el centro del corazón» [Memorial 68].

 

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