Goya y San Ignacio de Loyola
Esta semana ha sido incorporado a la exposición permanente del Museo Goya de Ibercaja en Zaragoza su cuadro “San Ignacio de Loyola”, un óleo sobre lienzo de 85x75 centímetros que, según los expertos, fue realizado alrededor de 1775. Procedente de una colección privada puede ya desde ahora visitarse en público. El hecho ha sido acogido con enorme satisfacción cuando se cumplen precisamente 275 años del nacimiento del pintor aragonés de Fuendetodos.
Goya dedicó esta obra al fundador de la Compañía de Jesús tras su período de formación en Italia en Roma donde “aprendió a mirar a los clásicos”. Parece que fue encargado por Juan Ignacio Ezcurra, un comerciante y terrateniente navarro de su mismo nombre que posteriormente emigró a Buenos Aires.
Según ha explicado en su presentación Rosario Añaños, directora del Museo Goya, la mejor cualidad del cuadro es “el valor de la luz, las pinceladas luminosas que dan volumen y conforman la obra. Ese uso tan particular de la luz caracteriza la obra del pintor y le acompaña desde sus inicios artísticos… La corporeidad que tiene la figura es también una característica de la obras de Goya. El realismo y la emotiva expresión del rostro, así como la seguridad en las pinceladas en las que consigue la luz con mucha precisión son consecuencia de la evolución de este período de formación en Italia… Más que la representación de un santo es un retrato de santo por cómo lo resuelve”
San Ignacio está representado de medio cuerpo, con una mirada al espectador casi de frente, con el talar oscuro de la orden, el rosario en la cintura y portando en las manos un libro con la inscripción “ad maiorem Dei gloriam”. Se aparta de la iconografía habitual, en la que se le representa siempre con barba.
Amado Franco, presidente de la Fundación Ibercaja, que expresó en el acto su alegría de poner a disposición de todos los visitantes esta obra, es antiguo alumno de los jesuitas de Zaragoza (1962).
(Foto Oliver Duch)