Loyola 2024: alumnado de Bachillerato sueña un proyecto común
En Loyola, siguiendo el espíritu de Ignacio de Loyola y bajo el lema «nunca solo», unos doscientos jóvenes de Bachillerato, acompañados por un equipo de casi veinte personas (incluyendo jesuitas, profesorado pastoralista laico, jóvenes Mag+s y madres colaboradoras) de los colegios de Nuestra Señora del Recuerdo en Madrid, del colegio San José y del colegio Cristo Rey en Valladolid, del colegio Inmaculada de Gijón, y de los colegios Santa María del Mar en La Coruña y Apóstol Santiago en Vigo, se reunieron para vivir una experiencia de peregrinación.
En dos turnos y durante seis días a finales de junio, provenientes de ciudades distintas, se dejaron guiar por el Espíritu, confiando en Él y practicando ejercicios espirituales en una intensa convivencia.
El itinerario personal de Ignacio de Loyola sirvió como referencia para recorrer los lugares ignacianos: el valle del Urola, la casa-torre de los Loyola (hoy Santa Casa), el caserío del Beato hermano Gárate, la capilla de Olatz, la basílica, y la capilla de la Conversión, donde celebraron la última eucaristía de la experiencia.
Durante estos días, los jóvenes vivieron una profunda experiencia de fe, destacando la tolerancia, el sentido comunitario, la responsabilidad en las tareas de servicio y el cuidado de la casa común, culminando con alegría el curso 2023-2024.
Una de las profesoras pastoralistas, que hace trece cursos había vivido una experiencia semejante en Loyola como alumna, compartió su reflexión: «He podido descubrir desde una nueva perspectiva una experiencia transformadora, que me permitió acercarme más a mi fe, transmitir y escuchar vivencias muy enriquecedoras y aprender de un equipo de profesores, jesuitas y voluntarios de lo más valioso. Loyola me ha transformado y he podido ver esa misma transformación en mi alumnado. Así que, si alguien me pregunta si ir a Loyola merece la pena, yo le contestaría indudablemente que sí. En muchas ocasiones me he sentido arropada y querida, he sentido que la labor docente y de acompañamiento, aunque dura, merece mucho la pena. Y que el alumnado está más atento y comprometido de lo que pensamos: nos observan, les inspiramos y, si lo hacemos con esperanza y fe, quizás podemos seguir los pasos de San Ignacio y sembrar una semilla de bondad, tolerancia y amor al prójimo, continuando una saga de jóvenes que sigan su lema del ‘En todo amar y servir’. Indudablemente no soy la misma persona que se subió al autobús el pasado martes 25 de junio con 25 jóvenes y un compañero a los que pensaba que ya conocía», indica.
Una experiencia que remueve
Los testimonios de los jóvenes participantes reflejan el impacto de esta experiencia. Uno de ellos confesó a su acompañante: «Quería darte las gracias por insistirme para vivir esta experiencia. Te prometo que ha sido súper importante para mí y, si no me hubieses insistido, probablemente no hubiese ido». Otro participante comentó: «Esta oportunidad de venir a Loyola ha sido mágica y es importante para mí que sepas que me ha marcado y que todo lo que se me ha removido dentro no se va a quedar solo en Loyola, sino que quiero intentar guiar a las personas y Amar y Servir».
La experiencia en Loyola ha sido una vivencia profunda de fe y comunidad que ayuda a que los participantes sigan dando pasos y puedan seguir creciendo en su camino espiritual.