Publicado: Lunes, 21 Abril 2025

El Papa que vino desde el fin del mundo

El 13 de marzo de 2013, en la quinta ronda de votaciones del cónclave, fue elegido Papa Jorge Mario Bergoglio. Había ingresado en la Compañía de Jesús en 1958, y aunque hizo su Tercera Probación en España (Alcalá de Henares, 1970-71), permaneció en Buenos Aires hasta el año de su elección como pontífice. Allí ejerció como profesor de Teología, Provincial, rector del Colegio Máximo y, finalmente, como Arzobispo de la diócesis. Llegó a Roma ya como cardenal y, aunque no figuraba en ninguna apuesta, había destacado en el cónclave de elección de Benedicto XVI. Con él mantuvo una relación continua, hasta su muerte en 2022, en una situación insólita en la iglesia, en la que coincidieron dos papas durante nueve años. 

El Papa número 266 y primer Papa jesuita, eligió como nombre Francisco, en honor al santo de Asís: «Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la Creación». Como él mismo dijo tras ser elegido: “parece que los cardenales han ido a buscar un obispo para Roma al fin del mundo.” Su primera decisión -sobre el lugar donde iba a vivir- revelaba un estilo sobrio y auténtico, al renunciar al apartamento papal y vivir en la Casa Santa Marta, junto a otros sacerdotes y obispos.   

Francisco viajó en más de 50 ocasiones. Algunos viajes fueron de largo recorrido, como a Cuba y Estados Unidos (2015), o la histórica visita a Myanmar y Bangladesh (2017). Otros cortos, pero de gran calado, como su primer viaje a Lampedusa, con ocasión de la crisis migratoria en 2013. El discurso en Lampedusa sembró las semillas de su enseñanza sobre la «globalización de la indiferencia», la insensibilidad con que la sociedad trata a las personas vulnerables. Así, ponía en el centro uno de los grandes temas de su pontificado: los migrantes y refugiados, también relacionado con las consecuencias de la crisis ecológica, que abordó en Laudato Si’: una llamada urgente al cuidado de la "casa común" y a la promoción de una economía más justa y sostenible. En todos estos viajes tuvo ocasión de pronunciarse en torno a la paz, la reconciliación y el diálogo interreligioso, en contacto con los líderes de otras religiones.  

Su primera encíclica, Evangelii gaudium, condenaba la economía excluyente y llamaba a la cultura del encuentro. El lenguaje y los gestos de Francisco han sido elocuentes y sencillos, recordando siempre la necesidad de ser “Iglesia en salida” y no una Iglesia autorreferencial. Su relación con personas de toda condición decía mucho de su ser pastor con «olor a oveja», promoviendo una Iglesia más cercana a los que sufren. En la exhortación apostólica Amoris Laetitiae (2016) sobre el amor, el matrimonio y la familia, propuso un enfoque pastoral más cercano a las personas que viven situaciones de fragilidad  

En 2020, durante la pandemia, la imagen de Francisco caminando solo, en una vacía y lluviosa plaza de San Pedro, dio la vuelta al mundo. Fue una oración universal, que se convirtió en un símbolo de esperanza y unidad para toda la humanidad.   

En el ámbito eclesial, uno de sus esfuerzos ha sido la reforma de la curia vaticana, con el objetivo de simplificar y descentralizar la gestión, y dotarla de mayor eficacia y transparencia económica. En relación con el tema de los abusos en la Iglesia, continuó el trabajo comenzado por Benedicto XVI, abordando diversas medidas: pedir perdón a las víctimas, reformar la gestión de los casos y promover un cambio de cultura más profundo.    

Francisco ha impulsado la sinodalidad, que implica una mayor participación y una Iglesia más abierta a escuchar y caminar junto a los laicos, con una mayor corresponsabilidad y comunión. Y ha apoyado una mayor presencia de la mujer en cargos de responsabilidad. Un pontificado marcado por una cercanía pastoral más inclusiva y global, que ha buscado responder a los desafíos contemporáneos con un fuerte énfasis en la misericordia, la justicia social y la ecología. Enfocado en “crear procesos, más que ocupar espacios”. 

De igual manera que quiso caminar con unos viejos zapatos negros, decidió que su funeral fuera simple, más sencillo, con el fin de presentar al obispo de Roma como “un pastor y discípulo de Cristo y no un poderoso hombre de este mundo”. 

 

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