Publicado: Miércoles, 10 Agosto 2016

Testimonios del campo de Trabajo Claver-Picassent 2016

Doce universitarios y jóvenes profesionales, junto con tres jesuitas, participan en el campo de trabajo Claver-Picassent 2016. Se hacen cargo de la Escuela de verano que ofrece la pastoral penitenciaria de la archidiócesis de Valencia a los internos en la cárcel de Picassent (Valencia). Cada mañana, los participantes pasan por tres de los cuatro talleres: teatro, música, informática y conocimiento del mundo. Las tardes de los miércoles y los viernes hay juegos más movidos. El grupo de voluntarios, cada día come en uno de los módulos de mujeres, en la misma cárcel de Picassent.

Es una experiencia MAG+S en su concepción y diseño de conjunto, al servicio de la Iglesia local, y acogidos por una parroquia de la localidad de Silla, cercana al establecimiento penitenciario. Otro Ayuntamiento, el de Benifaió, ofrece su piscina gratuitamente cada día, después de la comida. Además de las ayudas espirituales propias de MAG+S, este campo de trabajo incluye una propuesta formativa, a cargo de voluntarios de la pastoral penitenciaria, un educador de menores, una abogada penalista… Incluso, el presidente de la asociación de AA.AA. y su predecesor, comprometidos en proyectos de reinserción de presos, han prestado su testimonio.

El campo de trabajo podría parecer largo por la intensidad: dos semanas. Es cortísimo en la perspectiva carcelaria. El grupo podría parecer reducido, pero es la talla idónea para el servicio que se nos pide y para la dimensión comunitaria. Vale la pena escuchar los testimonios de un voluntario y una voluntaria, uno que estudia en Valencia y la otra en Salamanca, sobre el proceso que les condujo a apostar por este campo, y lo que viven.

Francesc Fayos Suau

P.- Cuando te propusieron este campo: ¿qué te motivó?

R.- La posibilidad de acercarme a un colectivo al que no hubiese tenido acceso de no ser por los jesuitas.

P.- ¿Por qué este colectivo?

R.- Estudio Trabajo Social. Y este colectivo contiene muchos otros con los que trabaja un Trabajador Social: inmigrantes, mujeres maltratadas, personas marginadas y excluidas en general.

P.- ¿Tenías contacto con alguno de los demás participantes de este campo de trabajo?

R.- No. Ni siquiera con los de Valencia, salvo alguna cena común entre grupos universitarios. Mucho menos con los que vienen de fuera. En el origen estuvo la convocatoria a una manifestación organizada por la plataforma Pobreza Cero. Fui el único de mi grupo que asistí. Eso me dio una oportunidad para hablar más a fondo con Pedro Giner, uno de los responsables de la pastoral. Al explicarle que estudio Trabajo Social, me planteó la posibilidad de este campo de trabajo. Más adelante, movió a otros en Valencia, y así hemos sido varios.

P.- ¿Te imaginabas el campo de trabajo como lo estamos viviendo?

R.- No. Imaginaba a los internos como gente menos participativa, difícil de entusiasmar. Pensaba que habría más funcionarios por medio, mucho más control. Estuvo bien que nos explicaran qué íbamos a hacer, para participar en el proceso de diseño de los talleres.

P.- Dentro de la cárcel: ¿qué ves en los participantes?

R.- Gente que ha tenido mala suerte en la vida, no malas personas. Ni todas las personas malas están en prisión, ni todas las personas internas en una prisión son malas. Tengo muy en cuenta el peso de las circunstancias desfavorables. Han hecho algo malo y lo purgan, pero no tienen por qué ser personas violentas.

P.- ¿Cómo te afecta la dimensión espiritual de este campo de trabajo?

R.- Me llega adentro. Me sitúo como Jesucristo, que no juzga, sino que está ahí, delante de la persona, para levantarla, para moverla a que se ponga en pie y viva. Ten en cuenta que son personas invisibles, que la sociedad excluye, a las que teme dar trabajo. Por eso es importante mirar adentro y desde dentro, para ir más allá de la cáscara, para comunicar vida. No podemos quedarnos en los estereotipos.

P.- ¿Qué haces en la cárcel?

R.- Talleres, actividades, manualidades… como excusa para que se expresen. Sacan mucho su sentido de justicia. Hablan del mundo, de noticias de actualidad. Me llamó la atención una interna, dirigiéndose al subdirector de la prisión para exclamar de nosotros: -¡Nos tratan como personas!-. También me doy cuenta del valor de “entretenerlos”, sacarlos de la rutina, de las infinitas horas en el “chabolo” (como llaman a la celda). Me llama la atención el tiempo de oración que nos damos con los internos. Más bien creería que las personas internas se alejan de Dios, y sin embargo tienen el sentido de su presencia a flor de piel. Basta escuchar sus peticiones, leer las cartas a Dios que han escrito en el taller de música. Me llama la atención la intensidad con la que gozan las actividades. Cuando montamos una guerra de agua en el patio, correteando descalzos y en bañador con sesenta presos, tirándonos globos, cubos, manguerazos… Sus rostros relucían. Era una felicidad instantánea. Al acabar, nos dieron las gracias porque, durante dos horas, habíamos conseguido que olvidaran que estaban en prisión.

P.- ¿Qué te ayuda más de la experiencia de convivencia, de las ayudas MAG+S?

R.- La posibilidad para volver sobre lo que hemos vivido, para reflexionar y orar, para escuchar lo que viven los demás. En este grupo encuentro gente muy comprometida. Algo como lo que decía el texto que rezamos ayer: que el voluntario tiene que estar comprometido, ser paciente, capaz de aprender, con inquietud por trabajar y mejorar.

P.- Si el año que viene se organiza un campo similar: ¿lo recomendarías?

R.- Por supuesto. Cuando hablo con la familia y los amigos, piensan que mi entusiasmo está condicionado por la intensidad de la experiencia que vivo estos días. Pero creo que, si lo hicieran ellos, tendrían el mismo entusiasmo que experimento. Meterte en un ambiente tan distinto al tuyo habitual ayuda a crecer: salir del entorno, de lo normal de cada día, ampliar el círculo y el abanico social.

Nerea Ruisánchez Acosta

P.- Cuando viste la oferta de experiencias de verano: ¿te llamó la atención o te la aconsejaron?

R.- Mi primera opción fue salir fuera de España, pero se complicó por los exámenes: me atraía la de las “Dos Orillas”. Entre las de España, fue la que me llamó la atención porque nunca había hecho voluntariado en la cárcel y me picaba la curiosidad. Una amiga que había hecho voluntariado en la cárcel de Valladolid me habló muy bien, así que me dije que tenía pinta de estar muy bien.

P.- Te has encontrado con un grupo heterogéneo. ¿Conocías a alguien?

R.- A Miquel, como jesuita que está en Salamanca y a Juanjo, también jesuita. Bueno, había coincidido con Bea Garabatos en otra experiencia, pero sin haber tenido mucha relación. Curiosamente, la integración del grupo ha sido fácil porque, sin conocernos, tenemos todos conocidos comunes. Y la gente es abierta: no ha formado grupos cerrados. Los de Valencia -el grupo mayoritario- se ha abierto desde el principio.

P.- Dentro de la cárcel: ¿se corresponde lo que has visto con lo que imaginabas?

R.- Para nada. Esperaba un ambiente mucho más hostil, una austeridad más descarnada. Esperaba algo peor, conforme los estereotipos que vienen de la televisión. También pensaba en la cárcel como un sitio donde se envía a la gente que “se porta mal”. Pero es diferente: no veo un ambiente tan hostil. Si bien, vemos lo que nos muestran, no entramos en módulos conflictivos, y nos envían a personas “selectas”, con las que se puede trabajar. Creía que me picaría más la curiosidad por saber los delitos cometidos, pero no. De acuerdo que vemos las concertinas y los barrotes. Pero, en la relación con los internos, me siento como en un campamento. Es sorprendente la capacidad de normalizar situaciones que no lo son.

P.- ¿Crees que les ayudan los talleres que ofrecemos?

R.- Sí. Los esperan como agua de mayo, siquiera sea para salir de sus celdas, cambiar de ambiente, abrir horizontes. Ese cambio de actividad abre portillos de esperanza. Lo dicen. Y la experiencia es muy gratificante. Los internos transmiten su satisfacción, la importancia que tiene la escuela de verano.

P.- ¿Qué percibes de la vida espiritual dentro de la cárcel, puesto que cuidamos la oración?

R.- Se aferran a la fe, como fundamento para resistir y esperar. Es cierto que su religiosidad puede ser infantil. Reconocen la presencia de Dios, su fe es más firme que profunda, pero manifiestan el esquema de Dios que recompensa y castiga. Les vemos con rosarios al cuello… porque dan suerte. Su oración de petición es honda y sincera. Pero, ¿sostendrán este mismo tipo de fe y espiritualidad cuando salgan de la cárcel? Me lo planteo.

P.- En el campo de trabajo tenemos ayudas espirituales: ¿cuál te sirve más?

R.- La oración de la mañana, para encarrilar el día. El examen del día, que resume lo vivido y ayuda a agradecer lo recibido y a pedir perdón por los errores cometidos. Vale que el círculo MAG+S ayuda, pero más para comprender la experiencia desde el grupo: escuchamos otras perspectivas, compartimos, nos ayudamos mutuamente.

P.- ¿Aconsejarías esta experiencia a otros?

R.- Sí, porque cambia tu perspectiva sobre las personas en la sociedad, quita prejuicios sobre la sociedad. Cambia tu mirada sobre la persona interna, que no se reduce a delincuente. Nos encontramos con personas capaces de cambiar, plantearse cuestiones éticas. En una experiencia como esta se percibe la capacidad de cambiar muchas cosas aun haciendo poquito. En esta experiencia han ayudado mucho los testimonios en la parte de formación: oportunos e inspiradores.

P.- Durante este curso que viene, ¿harás voluntariado?

R.- En este curso ya colaboraba con las Hijas de la Caridad, con ancianos. Seguramente me incorporaré a la coordinación de experiencias de voluntariado en la parroquia del Milagro de San José de Salamanca. Veremos, porque será mi último año de carrera. A malas, mantendré el voluntariado con ancianos.

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