Experiencia en la Escuela de Verano de Las Norias
Del 15 al 31 de julio la Escuela de Verano de Las Norias se convierte en un punto de unión entre distintos jóvenes de todas las edades, desde los 8 hasta los 16 años, y de todas las culturas y lugares. Las Norias es un barrio donde más del 50% de la población es inmigrante, la mayoría de ella proviene de Marruecos o del África subsahariana, aunque también vive en el barrio población sudamericana y de Europa del Este, lo que convierte a la Escuela de Verano en una verdadera experiencia multicultural. ¡Qué impresionante fue el último día cantar esa canción que dice “somos hijos de un mismo Dios”, con todos esos chavales de tan diversos orígenes, unidos en un mismo canto!
Durante estos días, los 15 voluntarios que se desplazan a Las Norias desde Barcelona y Madrid para llevar a cabo esta maravillosa experiencia, se integran completamente en la realidad del barrio. Las distintas actividades se realizan en uno de los colegios de Las Norias, en el mismo donde los voluntarios conviven durante los días que dura la Escuela. El primer objetivo de la Escuela de Verano es que el conjunto de jóvenes que participan, más de 150, puedan divertirse y aprender a través de las distintas actividades que se organizan.
Ahora bien, esta experiencia también sirve para que los voluntarios puedan conocer a fondo la realidad social del lugar en el que viven. Las Norias es un barrio rodeado de invernaderos, de los cuales salen las frutas y verduras que alimentan prácticamente a toda Europa. En ellos, suelen trabajar los inmigrantes sin papeles que llegan a España en pateras después de un recorrido largo y peligroso. Por ello conocer e integrarse en esta dura realidad es también uno de los objetivos de esta Escuela de Verano.
Y toda esta experiencia de servicio y contacto con una realidad dura y conmovedora la pasamos a través del corazón desde la oración, la fe y la comunidad. Las oraciones que realizamos durante el día y el compartir nuestras vivencias con el resto de voluntarios a través del “camino de Emaús” y del Círculo Magis, se convierten en un punto de unión vital durante estos 15 días.
Y aquí está el testimonio de María Montoro, una de las voluntarias de esta Escuela de Verano, que nos cuenta lo que ha significado para ella esta experiencia:
“¿Cómo encontrar las palabras adecuadas para describir una experiencia que te remueve tanto por dentro? El año pasado fui como voluntaria al campamento de verano de Roquetas de Mar, en Almería, de donde nació la idea por parte de otro grupo de jóvenes de llevar este proyecto a Las Norias, y me prometí a mí misma que volvería. Así pues, este año he tenido la oportunidad de profundizar en esta realidad tan fuerte a la par que poco conocida.
En el momento en que te estás presentándote ante esa multitud de ojillos oscuros sólo tienes claro que piensas dar el 100% de ti cada día y sin embargo, eres incapaz de imaginar el increíble lazo que acaba uniéndote a ellos al final de las dos semanas. Lo más mágico es que estos niños tienen la fuerza de sacar de ti no el 100 sino el 200%, de repente sus alegrías son tus alegrías, haces de sus preocupaciones las tuyas, inconscientemente buscas lo mejor para cada uno de ellos porque ellos (también sin pensarlo) sólo con su actitud y personalidad, te llenan el alma. “¡Maestra, maestra… mira lo que hago!” De pronto eres un referente para ellos, no existen diferencias de ningún tipo. El espacio de convivencia que se crea no se basa en el tiempo que pasamos juntos sino en la confianza e intensidad que deposita cada uno.
Además, de esta enriquecedora experiencia también me gustaría destacar la importancia que ha tenido para mí el grupo de monitores. El hecho de compartir estas vivencias, alejados de superficialidades y del estrés cotidiano, ha permitido construir una amistad cimentada en la comunidad. Te encuentras con un grupo de gente diversa pero con un interés común: el de entregarse por completo para tratar de equilibrar la balanza de la justicia. De ahora en adelante sabes que una parte de ti se queda allí para siempre y que ya jamás volverás a mirar con los ojos de la indiferencia.”
Pablo Sitges y María Montoro
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