Publicado: Viernes, 16 Febrero 2024

Formación en liderazgo para la misión

En el mes de febrero dos nuevos grupos, uno en Loyola y otro en Dos Hermanas, han finalizado el plan de formación en liderazgo ignaciano de la Provincia. Ha sido un proceso de un año organizado en cuatro tiempos o módulos centrados en el conocimiento personal y la construcción de un cuerpo al servicio de la misión atendiendo a la cura apostólica y la cura personalis, y las claves estratégicas y de gestión para impulsar la misión.

La formación la han realizado laicos y algunos jesuitas de distintos sectores y plataformas. A lo largo del año los participantes van elaborando un proyecto personal para desarrollar en sus respectivas obras e instituciones. El último módulo culmina con la presentación de los proyectos y la asunción del compromiso personal de su desarrollo. Muchos de los proyectos presentados tienen que ver con la acogida, el acompañamiento y, en general, el cuidado de los miembros de los equipos de trabajo de los participantes.

También con el reto de incorporar 'señas de identidad' en el día a día a través del modo de proceder o incorporando pequeños hábitos (como agendar reuniones trimestrales con los equipos desde las claves de la conversación espiritual o el examen ignaciano). Hay muchos proyectos y existe el deseo de encontrar la manera para darlos a conocer y compartirlos, de manera que sirvan de inspiración en toda la Provincia.

Las personas que acompañamos a los grupos somos testigos privilegiados de la constitución de una comunidad de aprendizaje intersectorial, del profundo agradecimiento de tantos colaboradores y colaboradoras que, desde distintas sensibilidades, acogen las claves del liderazgo ignaciano con admiración y agradecimiento, por el tesoro de conocimientos y modos de proceder que se les ofrecen en el curso. Pero sobre todo somos testigos de cómo se teje la fraternidad entre los miembros del grupo y se va creando familia ignaciana.

Dos nuevos grupos comienzan su andadura para aprender a liderar la misión desde el cuidado mutuo de unos y otros y el reconocimiento de nuestra propia vulnerabilidad que abre espacios al Espíritu.

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