Publicado: Viernes, 21 Febrero 2025

Encuentro de jesuitas en Loyola (II)

La mañana del viernes comenzó con un momento de oración guiada por Guillermo Sanz y Jokin González, juniores en Roma. Tras ello Dani Cuesta y Francisco José Ruiz ofrecieron un relato/recapitulación sobre lo vivido hasta el momento. Entre sus ecos, la consolación por el reencuentro, por el poder compartir de la primera mañana, y el valor de la esperanza y la fragilidad entrelazadas en nosotros hoy, manifestadas en muchas intervenciones. También el valor de las diferencias que se constatan en la tarde. Cuatro opciones apostólicas reflejarían lo planteado desde los grupos y la asamblea a propósito de la transmisión de la fe. En todas ellas se desarrolla un esquema ¿Quién? ¿Cómo? ¿A quién se transmite la fe?

¿Quién?

  • Fortalecer la experiencia de la fe, tanto en nosotros jesuitas como en otros colaboradores, de forma que la fe finalmente pueda comunicarse en las distintas obras, ámbitos y presencias. Particularmente, convertir la transmisión de la fe en inquietud básica o núcleo de la misión de las obras de la Compañía (no solo acento personal, sino institucional)

¿Cómo?

  • Continuar el proceso de conversión pastoral de la provincia para que la transmisión de la fe sea una prioridad
    1. Fortalecer el acompañamiento de las personas (la fe se transmite en el encuentro interpersonal)
    2. Conocer el carisma ignaciano como fuente identitaria
    3. Continuar con la profundización intelectual de la fe
    4. Favorecer el primer anuncio en un contexto post-secular
    5. Desarrollar nuevos lenguajes (inculturación)

¿A quién?

  • Priorizar familia, juventud y alejados como destinatarios privilegiados de la transmisión de la fe
  • Desde la centralidad de la fe y su necesaria expresión en la justicia, para la que fue fundada la Compañía, dar respuesta a las urgencias existenciales de las personas necesitadas de nuestro tiempo.

 Terminaron su recogida con algunas indicaciones metodológicas sobre el proceso de reflexión, escucha y compartir.

 A partir de ahí ya se entró en el segundo bloque temático, dedicado a la identidad, selección de ministerios y la misión compartida. Los encargados de presentar esta cuestión fueron Antonio Bohórquez y Diego Molina.

Diego Molina comenzó recordando que el jesuita es esencialmente un hombre con una misión (distinta y mayor que las tareas en que se concreta). Diego hizo un recorrido por lahistoria de la misión compartida en la Provincia, y señaló que hay algunos consensos. (1) La colaboración con otros es la única manera que tiene la SJ de realizar la labor que se le haencomendado (CG36, d1, 36), algo que es misión de la Iglesia y misión de Dios. (2) El grado de implicación en la misión compartida -carisma, espiritualidad compartida, asunción de la misión más allá del trabajo- no es el mismo para todos los que trabajan en nuestras obras.

Preguntas que surgen: ¿Qué nos dice acerca de la identidad del jesuita la separación de la relación comunidad-obra (ya prácticamente consumada en la mayoría de los contextos?) ¿Cómo ser jesuita en esta situación? ¿Qué caminos se pueden buscar para que el jesuita se viva como parte del cuerpo de la Compañía? ¿Cómo mantener la identidad jesuítica/ignaciana de las obras apostólicas? La falta de vocaciones no es patrimonio de los religiosos. Faltan también vocaciones laicales.

Antonio Bohórquez habló particularmente de la selección de ministerios.  De la necesidad de procesos de discernimiento con opciones concretas a tomar. Planteó preguntas incisivas, pero necesarias, sobre las instituciones y su posibilidad de cumplir con la misión. También sobre quién ha de ser el sujeto de un discernimiento. Y sobre cómo la selección de ministerios y la identidad van de la mano. Incidió después en algunos rasgos de este mundo secularizado que inciden en la misión concreta. En la dimensión eclesial de la misión y en la relación entre selección de ministerios y misión compartida. También puso sobre la mesa algunas reflexiones que necesitamos afrontar sobre nuestras presencias hoy.

 

Terminado el rato de oración aprovechamos para hacer la foto “oficial” del grupo, en la escalinata de la basílica. Y tras el café de media mañana tuvo lugar otra reunión en grupos para conversar sobre posibles llamadas y modos de afrontarlas en esta área de la identidad, selección de ministerios y misión compartida.

De vuelta en el aula de la asamblea, y guiados por Juanjo Etxebarría y Toño Allende se abrió de nuevo el turno para el diálogo, que fue girando sobre temas como la distinción entre compartir y colaborar; la pregunta sobre quién se puede definir como “portadores del carisma”; la sostenibilidad económica de la misión; la relación con la Iglesia local; la necesidad de acompañamiento de jesuitas y laicos; el horizonte a largo plazo; la necesidad de continuar con una evaluación de obras; reflexiones sobre la manera de estar presentes en las instituciones; lo eclesial; a veces fuera de nuestras obras; la necesidad de compartir la misión entre los propios jesuitas; la relación entre misión compartida y promoción vocacional; la necesidad de valentía en las formulaciones; la existencia de cruz; la reivindicación del lenguaje misionero de Francisco para una Iglesia en salida; la importancia del contexto; la necesidad de que si se quiere compartir la misión se avance en áreas de corresponsabilidad que aún no están afrontadas; la diferencia entre selección de presencias y de ministerios y la importancia de pensar con qué criterios se están seleccionando estas presencias; también el no identificar selección de ministerios con selección de obras;  “más que miedo o valentía, lo que hace falta es método”; ¿qué significa cuando en algún caso hablamos de “cerrar”?; la importancia de confiar en el gobierno provincial para decisiones muy complejas.

Después de la comida y un rato de descanso empezó un nuevo bloque dedicado a “Presencias de la Compañía y vida comunitaria”. Carlos Maza dio algunas pinceladas sobre dimensiones de la vida comunitaria, algunas que han estado más en primer plano en otras épocas, y otras que pasan a primer plano ahora. Temas que van desde la misión, a los temas de conversación, a la vivencia del afecto y la necesidad de ser acogidos, o la posibilidad de una mínima estructura espiritual comunitaria. ¿Cuál es el elemento común que da unidad a nuestro vivir juntos -preguntó-? ¿Cuál puede ser el deseo de Dios en cuanto a los sitios en los que tenemos que estar?

A continuación Quillo Cuartero planteaba la necesidad de un vínculo entre nuestro modo de proceder y nuestro modo de tratarnos.  Aludiendo a la misma comunión de los primeros jesuitas y su forma de amistad. Y a cómo el cuidado y comprensión de unos para otros da fruto en la vida apostólica. ¿Cómo ha de ser la comunidad para no ser un simple espacio ventajoso para la misión? Algunos elementos que han de estar presentes: “procure tener ante los ojos mientras viva primero a Dios” (F.I.1) La gratuidad como clave del ministerio (F.I.1), qué significa vestirse de la librea de Cristo (CC.101), la importancia de cuidar el trato entre nosotros para no convertirnos en gente que vive junta marcando distancias. Salir del rumor. Terminó con algunas ideas sobre la configuración de la comunidad local. Mirando al futuro y aventurando una posible configuración de la Provincia con menos comunidades, más itinerancia...

Tras la oración y el descanso, volvió a haber reunión por grupos primero, y ya en el auditorio todos después. En la puesta en común, de nuevo, como fue sucediendo a lo largo de todo el encuentro, surgieron bastantes cuestiones sobre la vida en comunidad. Entre los temas, la necesidad de modelos flexibles; la búsqueda de instrumentos para formar a los superiores locales en estos tiempos nuevos; los límites que es imprescindible mantener; la importancia de concretar las grandes intuiciones sobre las que puede haber acuerdo; la relación entre superiores y directores de obra; la importancia de comunicarnos sobre los temas de la vida y la misión, hablar, contarnos las cosas, rompiendo el individualismo respetuoso con el que a veces nos cruzamos; ¿ya no existen las comunidades de inserción?; el peligro de una excesiva homogeneización de las comunidades y la valoración de los distintos modelos comunitarios; la reflexión sobre la ecología humana de las comunidades; el cuidado de las ciudades pequeñas; la necesidad de tener compañeros trabajando juntos; y no olvidar que la comunidad ha de ser un lugar donde pasarlo bien.

La eucaristía al final del día volvió a juntar en la Basílica a los participantes. Si el día anterior lo había hecho el más veterano, esta vez fue José Olea, el más joven de los sacerdotes, ordenado el pasado mes de junio, quien presidió la celebración. En la homilía, invitando a los presentes a ponerse ante la cruz de Jesús (y las propias) propuso que entre la posibilidad de ser como el soldado que remata y el discípulo que intuye la Vida, se elija el vivir como discípulos.

Terminó la jornada con la cena y un rato de encuentro y ocio en la solana. Mañana, más.

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