Publicado: Lunes, 04 Agosto 2025

Peregrinos de esperanza junto a León XIV en Tor Vergata

El sábado 2 de agosto comenzamos la peregrinación hacia Tor Vergata, la explanada a las afueras de Roma donde nos encontraríamos con el Papa y el resto de peregrinos de todo el mundo. Tras dejar nuestros alojamientos, agradecidos por la acogida recibida durante estos días, nos esperaban varias horas de caminata bajo el sol, impulsados por una energía que solo puede venir del Señor.

Nos reuniríamos todos juntos en el punto donde veríamos hablar al Papa León XIV a los jóvenes de la Iglesia por primera vez. Elena de Cuenca expresaba su sorpresa por el clima de comunión, unidad y fraternidad al “ver a gente de tantos países coincidir en un mismo espacio, encontrarse con desconocidos y hablar o bailar con ellos como si los conocieras de toda la vida”.

En la vigilia, el Santo Padre nos advertía del peligro de usar las redes sociales sin control. Nos invitó a darnos cuenta de que corremos el riesgo de convertirnos en instrumento y mercancía a merced de las redes sociales si dejamos que estas nos dominen. Nos volvemos seres adormecidos, dejando que los algoritmos determinen qué vemos o, incluso, qué pensamos.

También hizo hincapié en la dificultad que existe hoy en día de encontrar amistades verdaderas. Rodrigo Ferreras explicaba cómo se ha dado cuenta de que sus amistades se ven fortalecidas en torno a Jesús y cómo desde Él sus relaciones son más auténticas. Estas amistades, tejidas desde Cristo, “son el camino para la paz”, nos recordaba el Papa.

León XIV no solo nos animaba a formar relaciones en torno a Jesús, sino a ahondar en la amistad con Él. Esta relación se forja a través de la lectura del Evangelio, de la reflexión sobre la manera de vivir de Cristo y de la búsqueda de la justicia. Es Jesús quien nos acompaña siempre en la formación de nuestra conciencia.

Tras estas palabras del Papa respondiendo a las preguntas de algunos jóvenes, era el momento de la adoración ante el Santísimo. Algunos, como Cristina Morales, se sorprendían “porque ahí vi que, a pesar de tener nuestras vidas, nuestras propias historias, todos nos unimos en torno a la oración”. Otros, como Javier Pereña, se emocionaban “al ver al Papa, que tiene tanta influencia, arrodillado también ante el Santísimo”.

Tras una noche con ligeras lluvias, la mañana del domingo celebrábamos todos juntos el sacramento de la Eucaristía. En las lecturas se hablaba de la fragilidad y la finitud del ser humano. El Papa nos hablaba de esta fragilidad como parte de la maravilla que somos. Somos como la hierba de un prado verde, bonita, pero vulnerable a la vez. En la continuidad del símil con la hierba, el Santo Padre nos animaba a darnos cuenta de que nada es estático. Al igual que la hierba se renueva, nosotros “aspiramos continuamente a un más que ninguna realidad creada nos puede dar”. Tenemos que escuchar a ese más, a esa sed para encontrarnos con el Señor y abrirle las puertas de nuestro corazón.

Al finalizar la Eucaristía, hemos tenido un breve momento para compartir lo que nos llevamos de este Jubileo. Con ese agradecimiento y clima de comunión, nos hemos dirigido a nuestros buses para volver a nuestros lugares de origen.

Volvemos a España después de ocho días de experiencia, con la mochila cargada de Dios: conversaciones, risas, cantos, recuerdos… con el deseo de que lo vivido esta semana deje poso en nuestros corazones y podamos seguir siendo peregrinos de esperanza.

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